Demasiado he vivido, ya que en medio de lutos
ando sin encontrar el apoyo de un brazo,
ya que apenas sonrío cuando estoy entre niños,
ya que ver unas flores ni siquiera me alegra.
Ya que cuando en abril Dios convida a su fiesta,
taciturno presencio tan espléndido amor;
porque ya soy un hombre que rehuye la luz
y que siente de todo la tristeza secreta.
Ya que ha sido vencida la esperanza en mí mismo;
ya que en esta estación de perfumes y rosas
¡oh, hija mía!, suspiro por tu oscuro reposo.
Muerto está el corazón, demasiado he vivido.
No he querido negarme al quehacer en la tierra.
¿Surco propio? Aquí está. ¿Mi gavilla? Ésta es.
Sonriendo he vivido, cada vez más humano,
siempre en pie, más mirando hacia donde hay misterio.
Hice cuanto podía: he servido, he velado,
se han reído a menudo de mi pena y esfuerzo.
Me asombraba saber que era objeto del odio
tras de mucho sufrir, tras de mucho trabajo.
En la cárcel terrena donde no hay ala abierta.
sin quejarme, sangrando y caído por tierra,
triste, exhausto, el escarnio de los otros forzados
yo llevé mi eslabón de la eterna cadena.
Pero ahora tan sólo entreabro los ojos,
ni me vuelvo siquiera cuando me oigo nombrar;
el hastío y el pasmo me dominan, como alguien
que abandona su lecho sin haberse dormido.
En mi amarga pereza no me digno increpar
a la boca envidiosa que conmigo se ensaña.
¡Oh, Señor! Que las puertas de la noche se me abran,
para que al fin me vaya, para que me oscurezca.
Victor Hugo